Margarita Comas Camps
Menorca, 1892 – Devon, Reino Unido 1972
Margarita Comas Camps fue una gran educadora. Becada por la Junta de Ampliación de Estudios en Inglaterra, país en el que le sorprendió la guerra civil y en el que vivió el exilio, defendió la coeducación y la necesidad de la instrucción científica desde la infancia. Se ocupó de los niños vascos evacuados a Inglaterra en 1937. Trabajó como maestra en el emblemático Dartington Hall, en el condado de Devon. Regresó a Menorca con su esposo, el fotógrafo y pintor Guillem Bestard, en el tardofranquismo. Mantuvo su residencia en el suroeste de Inglaterra, donde falleció.
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Conviene que la escuela se parezca lo más posible a una familia.
Comas Camps defendió la co-educación como pilar de la modernidad. Si la presencia de la mujer en la vida pública va en aumento y hombres y mujeres comparten espacios sociales y laborales, la escuela tendrá que facilitar igualmente la convivencia y hacerla igualitaria. Desde la más moderna de las ciencias, el psicoanálisis, se puede y se debe entender la conveniencia de que la escuela, como la familia, forme a los hombres y mujeres del futuro teniéndolos en continua convivencia.
Toda muchacha que cree en la igualdad de oportunidades para los dos sexos ha aprendido también el valor de la cooperación.
La educación ha de tener como objetivo el descubrimiento de la vocación, así como su potenciación. Juntos en la escuela donde conviven ciencia y humanidades, los chicos aprenderán que los vínculos entre masculinidad y dominación pueden romperse y las chicas, por su parte, aprenderán que la sensibilidad no es patrimonio femenino. Comas no cree en los esencialismos de género. Cree que el ser humano crece si, como las plantas, recibe el alimento y luz adecuados.
No queramos que las pequeñas cabezas estén bien amuebladas, sino bien construidas, para que se desarrolle una civilización mixta y no meramente masculina.
Margarita Comas es consciente de que el progreso no es lineal. El movimiento de avance y retroceso es inherente a la modernidad. En el mundo de la pedagogía que tanto le interesaba, ella espera que el retroceso sea siempre mínimo y que no impida que ciencia y humanidades coexistan en la escuela y que chicos y chicas compartan el espacio del aula en igualdad. Finalmente, el aprendizaje es una perenne obligación vital. No pertenece solo a la infancia y juventud. Ha de acompañarnos siempre.